WALTER SALLESprólogo:
Los Diarios de Motocicleta, o el redescubrimiento de Sudamérica
Los primeros relatos sobre América del Sur, escritos por Américo Vespucio y Pedro Álvares Cabral a principios del siglo XVI, describen un mundo edénico. El Dorado perdido, el
finis terrae de los latinos, listo para la colonización.
De esta contradicción inicial -cómo someter una tierra edénica a los designios de los invasores europeos- surgen la mayoría de los desequilibrios estructurales del continente: la masacre de las tribus indígenas, la migración forzada y esclavización de los africanos obligados a trabajar en las plantaciones de monocultivo, y el trazado azaroso de las fronteras entre las naciones. Este proceso colonizador, basado en la violencia y el trabajo esclavo, engendró sociedades cuyos exponentes reflejaban creencias y deseos esencialmente europeos.
Enero de 1952Cuando el joven estudiante de medicina Ernesto Guevara de la Serna -de veintitrés años- se sube, detrás del bioquímico Alberto Granado -de veintinueve-, al asiento de una vieja Norton 500 con el sueño de cruzar el continente sudamericano, sus conocimientos del territorio se limitaban a lo que los libros de historia les habían enseñado. “Sabíamos más de los griegos y de los fenicios que de los incas”, confiesa el ingenioso y amable Granado. “De hecho, no conocíamos la ubicación exacta de Machu Picchu”.
Los diarios de motocicleta son, a la vez, una rara iniciación y una revelación sobre una realidad hasta entonces desconocida; una geografía física y humana única y original.
A diferencia de la historia contada por los colonizadores, los diarios de viaje del joven Ernesto comienzan como un relato picaresco, un
clin d’oeil hacia Cervantes, que se va profundizando a medida que los dos aventureros entran en contacto con la sustancia impura de la realidad latinoamericana. Cuando las contradicciones sociales y políticas comienzan a desplegarse, lo que comenzó como un diario de viaje por la carretera, adquiere contornos inesperados: se transforma en un ritual de pasaje que señala la gradual toma de conciencia de dos jóvenes latinoamericanos que presencian, por primera vez, las injusticias y desigualdades de un continente.
Este cambio se hace palpable cuando llegan a Perú y descubren la herencia andina e incaica. Es como si, en ese momento, el curso de sus vidas individuales, de pronto convergiera sobre la historia, con H mayúscula. Los jóvenes que llegan a su destino final en el extremo norte del continente, en Venezuela, no son los mismos que partieron de su Argentina natal.
Pocos relatos ofrecen la expresión de una sensibilidad tan abierta al mundo y desprovista de subterfugios.
Los diarios de motocicleta proporcionan valiosas herramientas para entender cómo el joven Ernesto pudo transformarse paulatinamente en una figura política con una aguda percepción de las dificultades que sufrían quienes lo rodeaban, y de las inequidades estructurales que las provocaban.
Los diarios de motocicleta permiten una inmersión en el territorio visto a través de sus propios ojos. Lo que se desprende es una identidad sudamericana genuina y singular. Casi siete décadas después de su escritura, los diarios de Ernesto Guevara siguen siendo un reflejo fascinante y urgente de lo que todavía se considera una última frontera.
Walter Salles
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